Ese decorado al que llamamos paisaje
Cuando habitamos un lugar y mientras vivimos en él nos es muy difícil apreciarlo como paisaje. Para ver un lugar como paisaje se hace necesario situarse (al menos mentalmente) fuera de él. En un paisaje no hace calor ni hay mosquitos. El lugar como paisaje no sería sino una abstracción e idealización de la realidad. Lo miramos como si miráramos un cuadro colgado de la pared. Pero está bien que sea así, no siempre apetece estar bregando con la rugosa realidad de las cosas, hay veces que con disfrutar y admirarnos de la maravilla de sus formas y colores quedamos más que colmados.
Pero el paisaje aporta algo más y es la posibilidad de mirar a lo lejos, mirar más allá. Mirar en lontananza, en una dimensión que al rebotar sobre nuestra conciencia nos obliga a empequeñecernos y de esta manera pueda darse la posibilidad de volvernos un poco más humildes, más reflexivos, menos soberbios, sobrecogidos por la inmensidad.
Si una fotografía de paisaje nos maravilla es seguro que en verdad es mucho más, y es por ello que la fotografía no basta, si es posible hay que visitar el lugar... a pesar del calor y los mosquitos.